lunes, 23 de junio de 2014

Arte como cambio .
Fuente: Tal Cual

En el año 2010 la psicóloga Diana Rangel decidió unir la psicología clínica y la fotografía para desarrolla su tesis de grado, el punto a investigar era conocer el significado de la violencia para un delincuente, cómo la entiende, cómo la define; así surgió Crónicas de un lugar imposible.

Un proyecto que busca repetirse y multiplicarse, y que arrojó resultados "sorprendentes e inesperados" para la licenciada. Un ejemplo más de que el arte sirve para transformar vidas, no solo para el que lo trabaja, sino para el que lo aprecia también.

Durante aproximadamente un año Rangel trabajó con siete jóvenes, de edades comprendidas entre 16 y 20 años, miembros de una banda delictiva, que habitaban en el barrio La Dolorita de Petare.

"En un principio solo hacía entrevistas por el barrio, luego me acerqué a esta banda y me mantuve muy unida a ellos para poder tomar sus testimonios, su versión de la historia", explica.

"A medida que fue avanzando en la investigación ­continúa­ salió la idea de incorporar la fotografía. La fotografía es una herramienta de proyección muy útil para una población como esa".

METODOLOGÍA A cada uno de estos muchachos Rangel ­quien también tiene estudios en fotografía­ le entregó una cámara fotográfica desechable y les pidió que registraran todo lo que era importante en sus vidas y cómo veían su vida. Esas fueron las únicas indicaciones.

"Nunca les dije cómo ver, ni les explique técnicas fotográficas. La idea era que la fotografía se convirtiera en catalizador del discurso", aclara Rangel El resultado de esa asignación, las imágenes que capturaron cada uno de ellos, "fotos muy metafóricas", luego fueron conversadas en sesiones privadas, terapias, con Rangel.

"Me encontré con resultados muy interesantes, que rompieron completamente con los prejuicios que tenía en ese momento sobre los delincuentes", asegura. "Son personas castradas, con mucho miedo de mostrar sus sentimientos.

Conocer todo lo que ha influido para que ellos terminaran siendo delincuentes: ausencia de la madre, violencia de parte del padre, malos ejemplos familiares ­sobre todo masculinos­ y problemas de autoestima, por citar algunas; fue muy interesante", admite la fotógrafa.

A los meses de trabajar con los jóvenes aparecieron algunos cambios en su conducta. "Durante la revisión de las fotos me encargué de hacerlos pensar, reflexionar. Con el tiempo se dieron cuenta que eran capaces de muchas cosas útiles. Luego de esto, cinco de ellos quisieron cambiar su vida, buscaron empleos formales", indica.

ALGUNAS CONCLUSIONES "Para ellos ser violentos es un modo de relacionarse, no está mal, es algo que está justificado en la zona donde viven. Hasta el momento que trabajé con ellos no sabían que lo eran", afirma la psicóloga.

"Todo lo que he leído, sobre todo desde la psicología clínica, ­continúa­ reza que el delincuente no tiene valores, yo me topé con unos muchachos que sí los tienen, pero trastocados; es decir, ellos pueden matar una persona por lealtad con otra. Está muy arraigado en ellos el valor de la amistad, de la lealtad".

PRÓXIMOS PASOS Las imágenes tomadas por los muchachos que trabajaron con Rangel estuvieron expuestas hasta el pasado mayo, en la sala 1 de la Fundación José Ángel Lamas (Fundalamas). Esta muestra fue la primera parada de un proyecto que continúa. Para el próximo septiembre las fotos serán expuestas en zonas populares como: Mariche, La Bombilla y El Valle.

"La exposición en Fundalamas cerró esa primera etapa: la investigación en La Dolorita. He modificado el proyecto, amplié el campo de acción, ahora lo he enfocado a la prevención", resalta.

Actualmente Rangel está dictando charlas en escuelas de zonas populares a chicos de primaria (10−13 años) que están en riesgo de caer en la delincuencia.

"Me gustaría formar gente para que haga esto, difundir el proyecto y hacer un manual de procedimiento para que muchas personas trabajen en esto, en la prevención de la delincuencia", concluye.

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