domingo, 25 de mayo de 2014

Arte político: reconquistar la libertad con el cuerpo, tras las dictaduras.

Una exposición intensa Con obras de arte, ”Perder la forma humana” muestra el viaje de vuelta desde el dolor de la tortura y la desapación de los 70.

Emergencia y tensión: prepárese para lo que sigue, se trata de una exposición impactante. Pero no es solamente de arte sino de muchas cosas más, cosas importantes, medulares, porque nos hacen a nosotros mismos, a nuestra humanidad, a nuestro dolor, y a nuestra recuperación después: el alivio y goce. Se trata de todo eso que nos hace humanos.

La muestra se llama Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los 80, se exhibe en el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de la Universidad de Tres de Febrero, anteriormente se mostró en el museo madrileño Reina Sofía y nos lleva a preguntarnos, a medida que la recorremos, qué es lo que nos hace ser personas después de un gran dolor, después de un gran trauma. En este caso los curadores –la Red de Conceptualismos del sur, en especial las historiadoras Ana Longoni y Fernanda Carvajal– decidieron poner el acento en cómo nuestros cuerpos vivieron el trauma de las dictaduras y desapariciones de América Latina en los 70, y cómo después nos recuperamos, volviendo a la alegría.

La muestra indaga sobre qué es eso que nos define cuando nuestros límites de búsqueda, de violencia, de humillación, se ponen a prueba; y cómo resistir. Plantea cómo recuperar la forma humana una vez que la perdimos.

Pero primero y ante todo, quizás deberíamos preguntarnos cómo se pierde esa forma humana. La exposición lo muestra: ahí están esos artistas del Santiago de Chile de los 90 que, a modo de denuncia, se tiraban desnudos y por horas sobre cal viva quemando sus cuerpos, gritando nombres de amigos desaparecidos durante la dictadura militar. Eran Las yeguas del Apocalipsis: Pedro Lemebel y Francisco Silva.

Homenaje a Sebastián Acevedo, se llama la obra –una performance–, en recuerdo del obrero chileno que se inmoló frente a la Catedral de Santiago porque la policía había secuestrado a sus hijos. Otros artistas exponían sus propias vidas hasta el extremo: es el caso de los peruanos Taller NN y su Carpeta negra: por esta carpeta –serigrafías, impresiones, posters– el grupo fue acusado de apología del Sendero Luminoso. Fueron enjuiciados por un tribunal militar secreto y encapuchado. Muchos, fueron al exilio. Uno, Alfredo Márquez, fue condenado a 3 años de prisión. En estas obras denuncian la exhumación de fosas comunes de la masacre campesina ejercida por Sendero Luminoso y el ejército peruano. Se calcula que fueron 70 mil las víctimas. “ ¿Por qué te expongo las vísceras?

”, dicen en la carpeta. “ Porque de repente ya no creemos en nada, sólo en lo miserable de nuestras sucias manos, en el molde de barro sin terminar y en este papel mal escrito, listo para ser manchado .” “La muestra trata sobre el cuerpo arrasado por la violencia de las dictaduras y de las guerras civiles en América Latina, y también sobre la condena a las búsquedas de otros modos de vida no normalizados”, explica Longoni. “Está delimitada entre 1973 –el momento de irrupción de las dictaduras, un tiempo signado por la derrota de las revoluciones– y 1994, cuando fue la irrupción zapatista en México. Es una manera de articular arte y política”.

En la primera sala del CAC está la zona de “Acción gráfica” y el grabado como forma de socialización del arte de colectivos de artistas peruanos (grupo Paréntesis y Taller E.P.S. Huayco), de los argentinos Ca.Pa.Ta.Co y los chilenos Agrupación Plásticos Jóvenes, APJ, durante los 70 y 80. Y también la zona “Acción relámpago” con las Mujeres por la Vida de Chile, sus carteles y acciones callejeras, entre otras cosas.

En la sala 2, “Territorio de violencia”, con Yo no sabía nada, de León Ferrari y otras instalaciones. Luego la “Zona umbral” con el “espacio blanco” en el que se escucha la voz amanerada de Néstor Perlongher leyendo el texto de 1982 Cadáveres, haciendo visible otra forma de ser. Sigue el “Territorio de libertad”, diseñado como una contraposición a un territorio de violencia y exhibiendo el cuerpo como desafío al poder dictatorial. Hay fotos de principios de los 80 de jóvenes desnudos celebrando, de Gianni Mestichelli; están los porno-poemas de un jovencísimo Eduardo Kac. Y pasamos a “Desobediencias sexuales” –una celebración y recuperación del cuerpo tras el calvario del sida (son los 80), con trabajos de Liliana Maresca y del Ney Matogrosso. Sin olvidar, en el sector “Under”, a Virus, las Gambas al ajillo y el Parakultural. La forma humana reducida al estado de ruina y su rescate por medio del cuerpo en goce y en roce, y la conquista, en los 80, de la libertad a cuentagotas como método de salvación, se muestran a través de un tipo de arte impuro, activista y público. No espere ir a ver esta exposición y salir tranquilo: es un terremoto interno. Lo dice el título: es un sismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario