domingo, 27 de julio de 2014

Trinidad de Lublin, la más hermosa fusión de arte gótico y bizantino.

Ubicada en el este de Polonia, muy cerca de la frontera con Ucrania, la ciudad de Lublin –capital del voivodato del mismo nombre, está plagada de edificios y monumentos de gran valor histórico, y cuenta con uno de los cascos históricos más bellos de todo el país.
Esta riqueza patrimonial y su activa vida cultural atraen cada año a miles de turistas, cautivados por las maravillas de una ciudad que a menudo recibe el apelativo de ‘Puerta del Este’ por su histórico papel de nexo de unión con los países europeos más orientales.

Aunque esta estrecha vinculación de la ciudad polaca con sus vecinos del este se ha hecho más evidente en los últimos años –gracias a la celebración de importantes eventos internacionales con abundante público de Rusia, Lituania o Ucrania, entre otros–, lo cierto es que la localidad ha ejercido durante siglos ese papel de cruce de caminos cultural y económico.
Un buen ejemplo de ello lo encontramos en la que a menudo es considerada como la mayor joya artística de Lublin: la capilla de la Santísima Trinidad, un templo de origen medieval situado en las entrañas del castillo de la ciudad.
La fortaleza actual, construida en las primeras décadas del siglo XIX en estilo neogótico, aprovechando las ruinas de la residencia real, tiene entre sus estancias más antiguas la citada capilla de la Trinidad. Este pequeño recinto sagrado remonta sus orígenes a la época de Casimiro III el Grande (comienzos del siglo XIV), y es un magnífico ejemplo de iglesia de planta de salón en el que se mezclan el estilo gótico y el ruso bizantino.


La estructura de la capilla es de estilo gótico, con una plata cuadrada cubierta por una hermosa bóveda nervada, pero lo que sin duda convierte a este espacio en un lugar especial es su decoración pictórica interior: unos bellísimos frescos policromados realizados en estilo ruso bizantino, en los que se representa una compleja iconografía que incluye imágenes de la vida de Cristo, de algunos santos y del patrocinador de las pinturas.
El mecenas que hizo posible esta maravilla medieval fue el rey Vladislao Jagiello, quien en el año a comienzos del siglo XV encargó la decoración de la capilla a un grupo de pintores rusos, dirigidos por el maestro Andreyko. Los artistas aportaron su característico estilo oriental, dando forma a una hermosa combinación de elementos que fusionan el arte gótico y el bizantino.
Durante siglos la capilla –cuyas pinturas se concluyeron el día de San Lorenzo de 1418–, asombró a los visitantes con sus brillantes y espectaculares pinturas, pero a comienzos del siglo XIX el paso del tiempo se había hecho más que evidente. Al deterioro causado por los años y el humo de los cirios se sumaban los daños provocados por las inclemencias del tiempo, con grietas que atravesaban los muros y problemas de humedad como consecuencia de las filtraciones de agua.
Así, y coincidiendo con la transformación del castillo en prisión en 1823, los muros de la capilla de la Santísima Trinidad fueron cubiertos de yeso, y las hermosas pinturas quedaron ocultas a ojos de los visitantes, en aquellos años los presos de la cárcel.

Los bellos frescos bizantinos estuvieron décadas en el olvido, hasta que casi con el cambio de siglo, en 1899, el pintor Józef Smolinski descubrió parte de una de las pinturas, precisamente la escena en la que aparecía representado el rey Vladislao, y con ese hallazgo comenzó la primera de las restauraciones, que acabarían devolviendo el esplendor perdido al pequeño templo.

Gracias a la labor de Smolinski y de otros especialistas como Juliusz Makarevicz o Edward Trosanowski, hoy podemos disfrutar de la que sin duda es la mayor joya artística de Lublin, y uno de los tesoros medievales más importantes de toda Europa: un ejemplo casi único en el que los estilos gótico y ruso bizantino se fusionan en total armonía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario